Entrevista a Ginés González
García
En la teoría del capital humano los factores claves
son salud y educación, que son primas hermanas. La primera es la
actividad económica más importante del mundo: 8% del PBI
global se invierte en esta área. Obviamente incide mucho el peso
de Estados Unidos que afecta 16% de su producto a este rubro. Se expande
en volumen y a la vez en incorporación de mano de obra, cosa que
no ocurre en otra actividad económica. En la Argentina, la estimación
del gasto anual es de algo más de $ 28.000 millones. Siempre en
la Argentina se estuvo en alrededor de 8 o 9% del PBI, aunque ahora estamos
por debajo de esa marca.
El viejo edificio de lo que fuera el Ministerio de Obras Públicas
se acerca a los 70 años y tiene el privilegio de haber sido el
único que fue salvado de la picota para ensanchar la avenida 9
de Julio. Hoy funciona allí, en el segundo piso, el cuartel general
del Ministerio de Salud de la Nación. En su despacho, el ministro
Ginés González García recibe a MERCADO con una introducción
“para que sus lectores entiendan cuál es el vínculo
entre salud y economía”. Hasta evoca su propio intento de
emprender la licenciatura en Economía junto con Medicina en Córdoba
allá por los años ’60, en simultáneo nada menos
que con Domingo Cavallo.
La idea del capital humano, como factor de crecimiento, incorpora a la
salud como factor muy importante, incluso hay quienes la consideran más
relevante que la educación. En la Argentina la salud no es sólo
consecuencia del crecimiento económico, sino que es causa. Es decir
que si se cuenta con buena salud, hay un buen insumo para el crecimiento
económico. Este concepto tiene íntima conexión con
América latina: Joseph Stiglitz dice que el escaso crecimiento
de la región en la década de los ’90, a pesar de tratarse
de un período de crecimiento mundial, tiene que ver por un lado
con una gran desigualdad inicial y, por el otro, con que no existían
buenos indicadores de salud.
Los grandes imperios cuidaron mucho la salud, porque la productividad
en esos casos era en gran parte fuerza física y porque la falta
de salud ponía en riesgo la existencia misma del imperio. Se dice
que la caída del Imperio Romano, más que por las invasiones
de los bárbaros, se debió a que los ingenieros romanos dejaron
de cuidar los pantanos cercanos y esto permitió el regreso del
paludismo.”
En definitiva, en la teoría del capital humano los factores claves
son salud y educación, que son primas hermanas. Salud primero porque
es la base: lo que tienen los pobres como capital en el mercado es su
fuerza de trabajo. Si la pierden, no pueden hacer nada. En segundo lugar,
en términos de productividad: un enfermo deja de producir. Por
último, si se le da productividad a la fuerza de trabajo por medio
de la educación, el valor del capital acumulado se prolonga muchísimo
a través de la salud.
¿Cuál es el peso de la salud en la economía mundial?
Justamente se habla poco de eso. La salud es la actividad económica
más importante del mundo: 8% del PBI mundial se dedica a esta área.
Obviamente incide mucho el peso de Estados Unidos que afecta 16% de su
producto a este rubro. Pero si además se observa que las economías
más evolucionadas están gastando crecientemente en salud,
es obvio que es una actividad económica de enormes dimensiones.
Además tiene otras características: se expande en volumen
y a la vez en incorporación de mano de obra, cosa que no ocurre
en otra actividad económica. Incluso la educación, que es
el otro sector mano de obra intensivo, empieza a tener innovaciones tecnológicas,
como la educación a distancia, que reducen la demanda de empleo.
La salud siempre es más intensiva. Además, la incorporación
tecnológica muchas veces no baja costos sino que puede expandirlos
en forma significativa, como ocurre por ejemplo con las mejoras en capacidad
de diagnóstico.
Hay otro factor: las empresas de salud están entre las más
grandes del mundo. Por ejemplo en Europa la empresa más grande
es el Servicio Nacional de Salud británico, que si bien no es una
empresa con fines de lucro hay que manejarla con criterios empresariales
de gestión y organización. Se impone otra mirada: además
de una cuestión de mercado interviene un sistema de valores, que
evalúa más allá de si rinde o no mantener a un anciano
con vida. Ahí obviamente no puede haber especulación, sino
el mandato de un sistema ético.
Con respecto a la Argentina actual, lo que más amenaza no sólo
al crecimiento sino también a la gobernabilidad y a la propia convivencia
social, es la desigualdad. Y frente a esta situación no hay mecanismo
redistributivo mejor y más rápido que el de los recursos
de la salud. Lo que hemos hecho con el programa de provisión gratuita
de medicamentos –Remediar– y la prescripción por nombre
genérico es permitir mayor acceso a la salud. No es posible que
alguien por ser pobre, deba resignarse a tener un estado de salud también
pobre. Y en este aspecto la política de salud es mucho más
rápida que la educación: con un buen programa de salud,
la gente vive mejor la semana que viene, mientras que el valor agregado
educativo se ve a 15 o 20 años. Sin duda el gasto en salud pone
foco en la redistribución, mientras que en la educación
el gasto deja de ser equitativo a medida que se asciende en la escala
social.
¿Cuál es la dimensión económica del sector
salud en la Argentina?
En el libro que estoy terminando, Más salud para los argentinos,
que se publicará en pocas semanas, incluyo la estimación
del gasto: algo más de $ 28.000 millones. Siempre en la Argentina
se estuvo en alrededor de 8 o 9% del PBI, aunque ahora estamos un poco
por debajo de esa marca. El gasto privado siempre fue muy fuerte. Al resto
del gasto lo llamo solidario (público más obras sociales).
En términos generales es correcto decir que las economías
más capitalistas son muy socialistas en el gasto en salud, no sólo
por un problema de equidad sino también por un problema de eficiencia.
Es mucho más barato disponer de un sistema único, con mucha
financiación solidaria, que un sistema múltiple y de mercado,
que es lo que hace Estados Unidos. Por eso los europeos gastan entre 7
y 9% de su PBI en salud, y los estadounidenses 16%. En realidad hay sistemas
mixtos: los mayores financiadores públicos del mundo no pasan la
marca de 80%, y Estados Unidos, que cuenta con mucha financiación
privada, tiene 43% de contribución pública. En la Argentina,
más o menos la mitad del gasto en salud sale del bolsillo de la
gente, y la mayor parte de esa mitad es para pagar los medicamentos. Por
eso cuidar el gasto en medicamentos es cuidar el bolsillo de la gente:
no hay ningún otro sector de la salud en la Argentina donde el
gasto tenga más incidencia sobre el bolsillo privado que en medicamentos.
Ésa es la razón por la cual establecimos una estrategia
de competencia y obtuvimos resultados excelentes, con precios menores
incluso que en 2001. Siempre les digo a los laboratorios: el negocio de
ustedes es vender. ¿O le quieren vender medicamentos sólo
a un millón de personas en la Argentina? Ahora reconocen que están
volviendo a volúmenes de venta bien importantes.
¿Cómo sigue en 2004 la política de medicamentos?
Cuando asumimos en 2002 queríamos mejorar el acceso al servicio
de salud y el acceso a bienes esenciales, como los medicamentos, que era
el de disponibilidad más restringida. Queríamos facilitar
ese acceso. Para los que podían ir a la farmacia lo que hicimos
fue impulsar una política de competencia, porque claramente el
mercado de los medicamentos es uno de los más imperfectos. Al establecer
la prescripción por nombre genérico, lo que hicimos fue
estimular la competencia por precio.
¿Habrá una segunda etapa en la política de prescripción
por nombre genérico?
Hay que estar muy alerta. Para responderle en términos ajedrecísticos,
las blancas mueven primero pero las negras también juegan. Por
eso ahora establecimos un aumento de cobertura en medicamentos desde 40
a 70% para pacientes de obra social y medicina prepaga, pero con precios
de referencia respecto del precio promedio. Es decir, para las 15 o 20
presentaciones que existen en el mercado, la cobertura cubrirá
70% de ese precio promedio. Por lo cual, si el paciente elige el producto
más barato de la lista, la cobertura le significará retorno
de 80 a 85% del precio. En cambio, si elige el más caro le podrá
cubrir 40%. Esto hace que el sistema de incentivos incida también
sobre la gente aunque la cobertura sea alta, ya que en general el estímulo
sobre el consumidor opera más fuertemente cuando la cobertura es
baja, porque sube la proporción de lo que tiene que poner de su
bolsillo.
En cuanto al sector de la población que no puede acceder a las
farmacias hay compra pública, a través del programa Remediar,
el más grande del mundo de provisión pública de medicamentos.
Es para 15 millones de habitantes y está bien utilizado por los
que lo tienen que utilizar: 94% de los que lo usan son pobres (71% son
indigentes) y el otro 6% apenas supera la línea de la pobreza.
Otros países tienen programas de acceso gratuito al medicamento,
pero no con esta complejidad, que incluye la entrega a todos los centros
de atención primaria. Y no tuvimos una sola denuncia por robo.
No hubo roces con las farmacias porque todo el mundo entiende que es un
programa de acceso al medicamento, con el que estamos incorporando gente
masivamente. Y es una política de Estado: tiene prevista su financiación
hasta 2007.
¿Cuál es el peso de los laboratorios radicados en la Argentina
en las licitaciones de Remediar?
85%. Y además establecimos un mecanismo por el cual, hasta con
15% de diferencia en precio, se prefiere la oferta argentina. El presupuesto
anual de Remediar es algo menos de $ 100 millones, y tiene un universo
teórico de 15 millones de personas, con 12 millones que lo han
usado efectivamente. Se abastecen 130.000 botiquines distribuidos con
38 millones de unidades anuales. Y se trabaja con el concepto de tratamiento,
no de dispensa de medicamento solamente. Es decir, para un determinado
principio activo que suele usarse con tres tomas durante siete días
se entregan exactamente 21 unidades. Con esto se ajusta otro elemento
que maneja muy bien la industria, que es el envase: se calcula que en
los botiquines privados hay remedios por un valor equivalente a un año
de consumo.
¿Reemplazo por igual nivel de calidad?
Existe un preconcepto según el cual se piensa que nosotros bajamos
las exigencias de calidad para privilegiar la accesibilidad (lo que hasta
podría ser lógico, ante semejante crisis), pero no es así.
Porque en el mercado no hubo incorporación de nuevos medicamentos:
lo que hicimos fue convertir un mercado de marcas en otro de nombres genéricos.
Eran los mismos productos que estaban aprobados y que ya se usaban, y
sobre los cuales ningún médico se quejaba de que hubiera
diferencias de calidad. Además, el sistema de fármaco-vigilancia,
que registra este tipo de problemas, no exhibe un aumento de denuncias.
También hay que observar los factores de calidad “fuera del
frasco: el conocimiento del médico sobre lo que está recetando
(no sólo la marca), o el asesoramiento en la farmacia sobre la
forma de consumir el medicamento.
En cuanto a los que piden que a todos los productos se les realicen estudios
de biodisponibilidad, hay que recordar que todos los productos habían
sido aprobados sin ese paso. ¿Por qué no lo pidieron antes
de la ley? Si hubiéramos hecho eso, había que sacar a todos
los productos del mercado. Se habría afectado a toda la industria
local, y se hubiera retornado al monopolio de la marca porque, salvo los
productos originales, los demás no tenían las pruebas realizadas.
Pero sí existe un grupo de medicamentos, que se llaman de ventana
terapéutica estrecha, que no son intercambiables. Y en esos casos
sí están hechas las excepciones para las prescripciones.
Respecto de las patentes de medicamentos: ¿existe una política
de impulsarlas?
Hay un juego internacional que lo impone el club de los países
ricos, y para ingresar a ese club hay que tener legislación sobre
patentes. La Argentina resistió hasta el final. Fue uno de los
últimos países en aceptar esas normas, pero protegió
a su industria local de un modo muy efectivo. Seguimos teniendo una posición
clara respecto de los monopolios vinculados al sistema de patentes, no
sólo por proteger a la industria sino especialmente para asegurar
el acceso de los remedios a los habitantes del país.
¿No existe temor de que los laboratorios internacionales dejen
de innovar en nuestro medio por carencia de protección a patentes?
No, los van a traer igual. Les interesa vender. A la industria farmacéutica
internacional le va bien, sigue teniendo las mismas ganancias. Lo que
tiene crecientemente son cuestionamientos. No sólo de países
como Brasil o Sudáfrica por el tema de los productos para el sida,
sino en los propios Estados Unidos. Cuando Bush, que no es exactamente
un progresista, intenta un sistema de mejor acceso para los jubilados,
está buscando que la industria se flexibilice con respecto al precio.
Es decir no es un problema sólo de los ciudadanos de los países
pobres
Fuente: Revista Mercado – Carlos Liascovich |