La nueva
ciencia del cáncer
Cinco destacados especialistas internacionales abordan los retos de futuro
frente a esta enfermedad. La revolución molecular cambiará
la forma en que se detectan y se tratan los tumores. |
El vaso
de la investigación oncológica, ¿está medio
lleno o medio vacío? La revista 'Science' trata de dar respuesta
a esta controvertida cuestión con un número especial en
el que cinco prestigiosas firmas abordan los retos del futuro del cáncer
desde diversas perspectivas. Éstos son sus puntos de vista.
• Harold Varmus
Presidente del Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York y
premio Nobel de Medicina en 1989.
La visión de Varmus acerca de la actual situación en la
lucha contra el cáncer se debate entre el reconocimiento a los
grandes avances de los últimos cincuenta años y la constatación
de que muchos de estos conocimientos sobre las raíces biológicas
y moleculares de los tumores apenas han tenido aplicación en el
terreno clínico. Aunque admite que estas herramientas "han
modificado la forma en que los cánceres humanos se detectan, clasifican,
monitorizan y (sobre todo) se tratan", insiste en que harán
falta importantes "cambios políticos, sociales y culturales
(...) y soluciones imaginativas" para hacer realidad la promesa de
una nueva era de investigación oncológica.
Varmus reconoce que las estadísticas sobre supervivencia y mortalidad
permiten ser optimistas, pero al mismo tiempo subraya una realidad demográfica
innegable: la incidencia de cáncer seguirá aumentando en
las próximas décadas debido al envejecimiento de la población.
Para hacer frente a esta situación, asegura, será necesaria
una mayor colaboración entre investigadores básicos y clínicos,
pero también entre la industria y las autoridades reguladoras,
nuevos programas de formación, garantías de libre acceso
a los conocimientos moleculares que se vayan generando y, sobre todo,
nuevas prioridades de financiación que permitan hacer frente al
elevado precio de los nuevos medicamentos y también a la puesta
en marcha de ensayos clínicos para cánceres poco frecuentes.
• William Dalton y Stephen Friend
Investigadores de la Universidad de South Florida y de los Laboratorios
de Investigación Merck (ambos en EEUU), respectivamente.
Aunque la incorporación de la genómica ha permitido identificar
innumerables marcadores biológicos, capaces de indicar la presencia
y evolución de un tumor, o bien de predecir la respuesta a diferentes
tratamientos, en la práctica aún hacen falta varios requisitos
para que los oncólogos puedan realmente utilizar estas tecnologías
en beneficio de sus pacientes. En opinión de ambos especialistas,
hace falta desarrollar bases de datos que permitan cruzar el perfil genómico
de cada tumor con sus características clínicas, para poder
así elegir la mejor terapia para cada caso: siendo agresivos en
aquellos cánceres que previsiblemente tendrán una mala evolución
y más conservadores en los casos de mejor pronóstico.
Según ambos autores, es hora además de cambiar el modo en
el que se aprueban las indicaciones de nuevos medicamentos y se evalúan
las respuestas de los pacientes, y ello sólo será posible
venciendo las actuales limitaciones "políticas y culturales".
Es decir, "diseñando proyectos en los que colaboren conjuntamente
los centros del cáncer, la industria y los gobiernos".
• Ralph Weissleder
Especialista en imagen molecular del Hospital General de Massachusetts
(EEUU).
Como predice este experto en técnicas de imagen, la nueva generación
de tecnologías moleculares no sólo permitirá ver
en qué órgano del cuerpo está ubicado el tumor, qué
tamaño tiene o si ha afectado ya a los ganglios cercanos, sino
que irá más allá. En el futuro será posible
observar su comportamiento biológico o la actividad de determinadas
moléculas en su interior, claves para predecir su evolución
e incluso su respuesta a las terapias.
Estudiar y ver los tumores a nivel molecular, señala este especialista,
dará la oportunidad de detectarlos y tratarlos cuando aún
no sean más que un grupo de células en proceso de malignización
y, por tanto, estén aún en fases curables. "Este conocimiento",
augura, "tendrá un enorme impacto en la detección del
cáncer, en su tratamiento individualizado, en el desarrollo de
nuevos fármacos y, sobre todo, en nuestra comprensión de
cómo se desarrolla esta enfermedad".
• Robert Kerbel
Científico del departamento de Biofísica Médica
de la Universidad de Toronto (Canadá).
En su artículo, este investigador canadiense aborda el futuro de
los fármacos antiangiogénicos, aquellos que bloquean la
formación de nuevos vasos sanguíneos de los que necesita
alimentarse el tumor para seguir creciendo. De momento, señala,
la quimioterapia seguirá siendo el pilar fundamental de los tratamientos
oncológicos, aunque cada vez más frecuentemente podrá
combinarse su uso con estos agentes antiangiogénicos y otras dianas
moleculares que complementan y mejoran su efecto antitumoral.
Sin embargo, para que esta estrategia tenga éxito, añade,
es necesario conocer bien los mecanismos de acción de estos agentes
y comprender por qué son capaces de reforzar A los agentes quimioterápicos.
Él aporta tres posibles explicaciones: 'normalizan' la vasculatura
del tumor, previenen la división celular anómala después
del tratamiento y aumentan los efectos antivasculares de la quimioterapia.
"Cuanto más sepamos de las propiedades de modificación
de los vasculares del tumor que tiene esta familia de fármacos,
más útiles serán; no sólo para reforzar el
papel de la quimioterapia, sino también el de otro tipo de fármacos,
antiguos o nuevos".
• Jose Baselga
Jefe del Servicio de Oncología del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona.
El único español que participa en esta serie aborda en su
artículo el papel de los inhibidores de las tirosina-quinasas,
fármacos capaces de bloquear la acción de estas enzimas
implicadas en múltiples procesos celulares que contribuyen a la
formación de un tumor.
La historia ha demostrado que estos agentes son seguros y efectivos en
el tratamiento de muchos tumores, y algunos de ellos se utilizan ya rutinariamente
en la práctica clínica. Es el caso de imatinib (Glivec),
trastuzumab (Herceptin), cetuximab (Erbitux), erlotinib (Tarceva) o gefitinib
(Iressa); cuyos nombres son ya bien conocidos por muchos pacientes con
cáncer.
A juicio de este especialista, esta primera generación de fármacos
va a dar paso pronto a una segunda ola de agentes, que sin duda van a
transformar "nuestro modo de clasificar y tratar el cáncer".
Ya se están estudiando, añade, los subgrupos de pacientes
y tumores que más se beneficiarán de este tipo de fármacos,
pero también los nuevos compuestos capaces de ser eficaces cuando
el tumor ya no responde a la primera línea de tratamiento.
El futuro, asegura, requiere la integración de la biología
molecular, la patología, las técnicas de imagen y la medicina
clínica para lograr el éxito y aplicar con éxito
las lecciones aprendidas del desarrollo de la primera generación
de fármacos dirigidos.
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