Es necesario sufragar
la investigación dirigida a poner en marcha ensayos clínicos
de nuevos fármacos
Con el inicio del tratamiento eficaz en los años
sesenta se pronosticó la erradicación de la tuberculosis
para el año 2000. Lejos de este objetivo, la OMS ha comunicado
recientemente 9 millones de casos en el mundo durante el 2004, con dos
millones de muertes. Aunque la mayor parte de los casos ocurren en países
pobres, siendo especialmente dramática la situación en África,
continúa siendo un problema en países industrializados como
España, uno de los estados de Europa con mayor incidencia, donde
se declararon 7.330 casos en el 2003.
Es una evidencia contrastada que la disponibilidad de los tratamientos
actuales no es suficiente para atajar la incidencia de esta vieja enfermedad.
Diversos factores contribuyen a su persistencia.
Por una parte, factores intrínsecos de la bacteria causal, como
son su lento crecimiento, que disminuye el papel del sistema inmunitario
y dificulta la acción de los antibióticos, así como
su capacidad de permanecer latente en el organismo durante años,
a la espera de las condiciones adecuadas para generar enfermedad, estimándose
que un 30% de la humanidad está actualmente sujeta a esta condición.
Por otra parte, existen factores extrínsecos que influyen de forma
importante en su incidencia y que se traducen en la capacidad de presentar
problemas cambiantes que exigen soluciones específicas.
En las décadas de 1980 y 1990, la coinfección con el VIH
representó en España más de una cuarta parte de los
casos, ocasionando un aumento de la incidencia. La instauración
de los tratamientos actuales para el VIH ha permitido controlar esta situación.
En los últimos años, la tuberculosis en la población
inmigrante es uno de los factores más influyentes en la incidencia
de la enfermedad, llegando a constituir en nuestro país hasta un
tercio de los casos. No están del todo aclarados los mecanismos
de la génesis, de la transmisión y de la potencial importación
de los casos resistentes al tratamiento en esta población y su
interrelación con la población autóctona, aunque
es posible que los estudios que se llevan a cabo demuestren que es bidireccional.
No obstante, la realidad cada vez mayor de un mundo globalizado exige
ahora tomar medidas que permitan abordar este problema de forma eficaz.
Deben realizarse esfuerzos técnicos para la instauración
de métodos basados en tecnología molecular e inmunológica
que permitan un diagnóstico precoz y sensible de la enfermedad,
que clarifiquen qué personas portadoras de la bacteria latente
pueden beneficiarse de un tratamiento preventivo, así como la implementación
de las técnicas que estudian los mecanismos de transmisión
y la detección de bacterias resistentes al tratamiento. Estos esfuerzos
no serán efectivos si no van acompañados de una implicación
de las autoridades sanitarias, que financien, articulen y coordinen de
forma oficial la red multidisciplinar de profesionales que ya existe de
facto. Por último, es necesario potenciar y sufragar la investigación,
especialmente la dirigida a poner en marcha ensayos clínicos de
nuevos fármacos que permitan acortar el tratamiento y al desarrollo
de vacunas, de las que existen en Europa varios candidatos en distintas
fases de estudio, estando entre ellas dos llevadas a cabo por grupos españoles
de Zaragoza y Badalona.
Las recetas son simples, pero difíciles de aplicar si no existe
una implicación clara, a todos los niveles, de las autoridades
sanitarias autonómicas y estatales, y también de la iniciativa
industrial privada.
J. GONZÁLEZ, consultor del Servicio de Microbiología
del hospital Clínic-Idibaps; pres. del Grupo de Estudio de Infecciones
por Microbacterias (GEIM)
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